Después del de México, éste es el segundo que fundaron los frailes dominicos, alrededor del 1535, en lo que había sido cabecera de un señorío prehispánico, como se puede constatar por la gran cantidad de restos arqueológicos en la zona. Recordemos que en los manantiales adjuntos habían establecido anteriormente los mexica un hermoso balneario y jardines botánicos para el gozo y contemplación de la naturaleza de sus emperadores.
El convento contiene los elementos característicos de sus contemporáneos, aunque hoy ya no podemos apreciar el atrio debido a diversas intervenciones de que ha sido objeto al través del tiempo.
Notables son las pinturas murales y el fino trabajo de cantería. Al norte de la iglesia existe una portada lateral, quizá una reminiscencia de las de porciúncula de los templos franciscanos, que nos permite pensar que la traza original la hayan hecho estos frailes antes de la llegada de los dominicos, entre los cuales debió haber venido fray Domingo de Betanzos, ese que derrumbó la efigie del Tepoztécatl y utilizó fragmentos de la escultura como piedras para la construcción de este conjunto conventual.
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